jueves, 5 de diciembre de 2013

Hay cosas de las que no hablamos, en todos los ámbitos ¿te das cuenta?
La mayoría ni siquiera somos conscientes de cosas simples que pasan por delante de nuestras narices todos, absolutamente todos los días que nos levantamos y salimos a la calle con nuestro pie preferido. Hay cosas sencillas, que simple y llanamente, son ajenas a los pensamientos comunes de la tierra, del planeta, es más, del universo. Hablo de temas banales, Nadie habla de los diez minutos después de que alguien con la que llevábamos días, una tarde, horas, alguien a quién queremos, se marcha. No hablo de para siempre, eso sería entrar en temas demasiado dolorosos, me refiero a irse hasta el día siguiente, hasta dentro de una semana, hasta las próximas navidades. Hablamos de separaciones en un sentido tan amplio, cuantos millones de relaciones viven a diario a  miles de kilómetros, a mares por el medio, a colinas, a desiertos. Madres e hijos, parejas que se quieren descaradamente, hermanos que echan años sin verse, abuelos que aciertan la altura de sus nietos gracias a las fotos enviadas de vez en cuando. Hablamos de distancias, pero la distancia también es relativa, solamente con desearlo, podemos matar distancias. Todos hemos vivido esos diez minutos de después, ese nudo que empieza a crecer automáticamente en el momento en el que nos bajamos de un coche, estamos en un lugar, y pum, ya no. Y lo bonito que sería a veces hablar de ello. Para mi ese, es mi momento preferido por antonomasia, porque que bonito es eso de echarse de menos.

 Estás a su lado, tocándole la pierna, un beso rápido, o dos o tres, y dos semáforos más abajo te das cuenta de que ya no está, y añoras, ojalá cinco minutitos más. Sólo le racaneamos al reloj minutos por las mañanas al despertarnos, y lo que podríamos aprovecharlos en cualquier otro momento del día… Estas una semana pegada las 24h del día a tu mejor amiga, y así, te subes a un tren y a los diez minutos estás en la otra punta de la ciudad. Vas a una ciudad nueva de viaje, conoces sitios y los haces un pelín tuyos, te vas, ya no sabes si volverás a verlos. Perdemos en segundos, ganamos en ellos, y no nos planteamos que deberíamos disfrutar todos los días, que no debemos esperar a  que sea día uno para empezar una dieta, a que pasen los exámenes para ir al gimnasio, a las vacaciones para quedar con alguien. Ver a alguien veinte minutos, te recompone más el corazón que echar veinte minutos quejándote. Que las relaciones, no  se rompen en días señalados, y que las cosas más simples, las cosas que pueden romperte, recomponerte, ayudarte amargarte, suceden  a menudo, cuando menos piensas en ello. Deberíamos luchar con el tiempo de aliado, no como enemigo. Contra los políticos, los que matan, contra todo lo malo del mundo, pero no hacemos nada. De nada. Y así nos va.

martes, 22 de octubre de 2013

Supongo que no debemos pensar en ello, simplemente es así, y todo pasará sencillamente sin darnos cuenta, los años juntos, o los olvidos que tendremos que hacernos, ponte en situación, es decir, los rotos que tendría que reparar si algún día coges mi corazón y te largas, sin prisa, pero sin poder hacerle nada. Pero es mejor no pensarlo, porque no me gustan las cosas que no puedo programar, por ejemplo, no puedo planear el viernes un lunes, y esas cosas, las que se me escapan de las manos, pueden llegar a superarme. Es decir, no sabría decirlo, o explicarlo, en este caso no tengo muy claro cuál es el término más concreto, el que lo explica con más exactitud, pero da lo mismo. No sabría decir como de oscuros serían los días si esto acaba, pero estoy convencida de que tendría ganas de arrancarme la piel, porque es suya, y que no podría pensar en él porque con sólo hacerlo me volvería loca. O sea, me da miedo, horror.
Pánico, la idea de que en un momento de mi vida me apetezca preguntarle algo, incluso la cosa más tonta, no tiene porque ser importante, y no le encuentre. No encontrarle desnudo un domingo por la mañana a mi lado, o simplemente al otro lado del teléfono, la idea de que me llamen enana y no tengan su boca, o esa forma de sonreír. Esta claro que estas últimas lineas cada uno las entenderá a su manera, que jamás será la mía, que es complicada de entender, como lo son todas las cosas hermosas de este mundo, es cierto eso de que las cosas más bonitas no son para explicarle a nadie, simplemente se sienten, y se evaporan dejando ese aroma, recuerdo, esas trivialidades o incógnitas tan nefastas para los demás y tan maravillosamente simples para uno mismo. Y no volvería a ser igual, sinceramente, me produce nauseas pensar que puede haber vida después de ti. Que puede haberla, y sí, lo más probable es que la haya, pero no la quiero.

jueves, 10 de octubre de 2013

Todas, de verdad, absolutamente todas las personas de este mundo, contamos con un pequeño ejercito de ayuda dentro de nuestro cerebro. Sin duda, algunos le prestamos más atención que otros, pero todos sentimos, para dentro o para fuera, con más o con menos fuerza. Pero ese ejército es similar a todos los ejércitos que existen… sufre fases, momentos, es un ejercito que, se excita, se agobia, se acalora y en ocasiones puede dar la sensación de que está al borde de una explosión. Entonces sucede, sin haberlo previsto el ejercito amansa, se disipa de su bloqueo, y comienza a pasear con pies cautos sobre la misma tierra que hace un rato corria a velocidades no recomendables para la vida de cualquier insano, es decir, el ejército se tranquiliza ¿no? Esa es precisamente la explicación de lo que tú provocas en mí. Tu me amansas, eres mi música, sin duda intentare seguir siendo tu fiera así como unos ochenta años más si a ti te parece bien, podemos no casarnos, lo prometo. Imagínatelo, escoger juntos el nombre de nuestros hijos, o lo que es mejor, ayudar a nuestros hijos, a escoger el nombre de los suyos también. Que bien suenan los adjetivos determinativos posesivos en plural, es acojonante. Juro que antes de ti, yo no creía en la eternidad, pero he aprendido que existe pegada a tu boca, pero no se lo cuentes a nadie, hazlo por mí. No le descubras a nadie más lo maravilloso que eres. No enseñes todo lo que escondes debajo de esa mata de pelo oscura, quiero sólo verlo yo. Y que sí, sé lo que estás pensando, que si, aquí, ahora, doce y pico de la noche, y ya veremos como va la cosa, que ahora lo único que importa es comernos a besos y miradas, las manos entrelazadas el mayor tiempo posible y las sonrisas que hablan solitas. Después, de vez en cuando voy yo, y le hago una redada a mi ejército, nos echamos un pulso, en el que acabamos perdiendo los tres, te incluyo, ya que la mierda te salpica más de lo que debería de vez en cuando. Pero siempre empezamos y terminamos del mismo modo. Sin reflexionar, mi ejército y yo decidimos que somos portadores de mala suerte, o lo que es peor, que estamos “gafaos”. Es entonces cuando recuerdo que mi corazón esta repleto, que no cabe ni un solo gramo de amor más, y que el único combustible fiable es tu risa. Es ahí cuando nos damos cuenta de que la suerte si existe y dejamos las quejas para dentro de un poco de dolor más tarde. Reconocemos que a veces, lloramos de más, nos quejamos de más, y es probable que hayamos comido o dormido de menos. Y caemos en la cuenta de que, es real, existe alguien que piensa en nosotros al otro lado del teléfono, que guarda nuestra foto en su cartera y que se despierta a nuestro lado todos los días que puede. Y que, pase lo que pase, o venga lo que tenga que venir, llevamos desde principios de año teniendo los ojos más bonitos del mundo en nuestra vida, con sus noches, y sus días enteritos, y que hemos reído, nos hemos dolido y hemos pasado a su lado los mejores días hasta la fecha, pero sobretodo, que podemos asegurar que nos ha dolido la mandíbula en demasiadas ocasiones de tanto sonreír, y que eso ya, no nos lo quita nadie, todas esas razones por las que sus besos saben mejor que los del resto. Entiendes, que la vida, es mucho más fácil de llevar cuando la compartes sonriendo.

martes, 30 de abril de 2013


A veces incluso llegas a pensar, vale, frena, demasiado bonito para contárselo a tus hijos ¿verdad? Siempre he creído que somos animales de costumbres, que las cosas, no se deben echar de menos si nunca has contado con ellas, pero y cuando las vives, las sufres, las intentas repetir, ¿alguna vez has dado un beso igual? Aunque sea a la misma persona, nunca ¿verdad? Ni siquiera esos que se dan uno tras de otro, pero sabes a cuantas revoluciones funciona tu corazón exactamente y como te tiemblan las piernas antes de que él te dé esos besos en la nuca, y sabes como se queda mirando tu espalda después de, cuando te das la vuelta para que te abrace, y el voltaje de su sonrisa por las mañanas, cuánto le gusta dormir. Y lo mejor, lo más bonito del mundo, reírte con tu boca siamesa de la suya, a carcajadas, y dar verdadera vergüenza ajena en cualquier sitio público por esa cara de tontos que se nos pone. Sigo acostumbrándome a ti, mi vida no era del todo mala cuando tu llegaste, sin avisar, cuando me dijiste las primeras nueve palabras con esa sonrisa tuya. Te aseguro que me pasaría el día en ella, la tengo estudiada, subrayada, memorizada, y te aseguro que la conozco mejor que nadie y también que, si supiera dibujar, sabría dibujarla con los ojos cerrados, que tú, sin duda eres lo más bonito que me ha pasado, que seguirá pasando en mi vida, porque estoy segura de que me pasaría días, meses, años, en cualquier lugar, haciendo todo eso que la gente hace, pero que nosotros hacemos mejor. Yo no echo de menos nada anterior a ti, supongo que sufro el problema de enamorarme de momentos, pero soy lo suficiente lista para entender que no duran, que pasan dependiendo de cómo, cuánto, sepas aprovecharlos. Yo solo quiero aprovechar hasta la última gota. Quererte sin que me importe donde , cuando y donde se va a terminar, acabar, marcar el fin. Que mal suena eso de los finales, les tengo más miedo que a las multas, las cucarachas, y los condones rotos. Pero hemos de saberlo, todo se termina, dentro de un minuto o dentro de sesenta años, y por eso, como alguien dijo alguna vez, hemos de disfrutar cada momento como si se tratara del último.

lunes, 18 de febrero de 2013

Nos hartamos de vivir tantas veces, hay que decir que incluso el más pintado puede caer en limpio, hay suelos desiertos para todos, pero si los envuelves y te los metes en tu mochila con tus creencias tus sueños y tus ganas de vivir, llegará el momento en que buscando acabes por encontrar lo vivido que ha aterrizado en un rincón lleno de nada. Es verdad lo que dicen, que de todo se sale y que todo se acaba, lo bueno y lo malo, que toooodo, es efímero. Piénsalo. Cuanto te llegaban a doler las anginas a los siete años y la tripa aquel día devolviendo un yogur de macedonia en el jardín de tu mejor amiga, como lloraste la primera vez que se rieron de ti por algo que ni siquiera ahora recuerdas. La felicidad de la primera noche que saliste con tus amigas, tu primer beso o las arcadas de tu primera borrachera. Lo inmensamente llenos de vida que nos creemos pensando que nada se va a ir al cuerno. Y la de cosas que se te fueron cruzando, una y otra vez y creíste que serían para siempre tuyas. Despues te vas dando cuenta de toooodas las putas etapas que vas dejando atrás, y no solo porque los zapatos vayan aumentando de talla y los sujetadores se te llenen a la vez que tu cabeza se va haciendo un hueco en las conversaciones adultas. Digo que todo pasa porque vas superando retos. Vamos a pensarlo bien, Querer a alguien sin medidas de dolor y llorar durante horas, vale que si, que estabas enamorada hasta las trancas y no cambiarías por nadaaaaaa todo lo que viviste a su lado, enfados incluidos, todo ese enamoramiento con sus conversaciones sus noches sus sonrisas tus lloros y todo eso. Pero a que precio? nos dedicamos a pensar que nada va a volver a ser lo que era y a veces hasta nos quedamos enterrados en recuerdos sin darnos cuenta de que alguien maravilloso está esperando para agarrarte y ofrecerte que entres en su vida de una vez. Y buf, ahí la decisión ya es tuya, las secuelas, te arrebatarán la seguridad en más de una ocasión y probablemente las primeras caricias y los primeros parches, sean punzaditas en el corazón que desangren más tarde acomodadas en tu cama.. después comprendes que vale, nada igual, ni los besos se dan al mismo ritmo ni el corazón late con la misma intensidad, pero no es un error de fábrica. Estamos preparados para acostumbrarnos a determinadas manos, determinadas bocas, determinadas sonrisas... y el dolor que se siente cuando te arrebatan puede ser similar al de un disparo, una jeringuilla de MDMA directa al corazón y tener la sensación de que si lo vieras otra vez y te pincharan para quitarte sangre, no encontrarían ni una gota. Pero todo pasa, crees que te vas a morir, y después el día menos pensado se te pasa. Bifurcamos sentimientos, nos emborrachamos y gritamos que queremos a alguien con toda el alma ¿y despues? bomitas un rato y te levantas al día siguiente con una resaca increíble. Que todo parece enoooorme y los problemas superimposibles que ni piensas que puedan llegar a arreglarse, somos tremendistas en extremos, desconfiados egoístas y pecamos de gilipollas retrasados y sunormales, pero en realidad solo somos personas que caminan por senderos complicadísimos (JA JA) o tan fáciles que no sabemos con qué tontería engancharlos. Así que nada, a ser felices queridos, que cuando todo se termina, entonces si que estamos perdidos.