Hay cosas de las que no hablamos,
en todos los ámbitos ¿te das cuenta?
La mayoría ni siquiera somos conscientes de cosas simples
que pasan por delante de nuestras narices todos, absolutamente todos los días
que nos levantamos y salimos a la calle con nuestro pie preferido. Hay cosas
sencillas, que simple y llanamente, son ajenas a los pensamientos comunes de la
tierra, del planeta, es más, del universo. Hablo de temas banales, Nadie habla
de los diez minutos después de que alguien con la que llevábamos días, una
tarde, horas, alguien a quién queremos, se marcha. No hablo de para siempre,
eso sería entrar en temas demasiado dolorosos, me refiero a irse hasta el día
siguiente, hasta dentro de una semana, hasta las próximas navidades. Hablamos
de separaciones en un sentido tan amplio, cuantos millones de relaciones viven
a diario a miles de kilómetros, a mares
por el medio, a colinas, a desiertos. Madres e hijos, parejas que se quieren
descaradamente, hermanos que echan años sin verse, abuelos que aciertan la
altura de sus nietos gracias a las fotos enviadas de vez en cuando. Hablamos de
distancias, pero la distancia también es relativa, solamente con desearlo,
podemos matar distancias. Todos hemos vivido esos diez minutos de después, ese
nudo que empieza a crecer automáticamente en el momento en el que nos bajamos
de un coche, estamos en un lugar, y pum, ya no. Y lo bonito que sería a veces
hablar de ello. Para mi ese, es mi momento preferido por antonomasia, porque
que bonito es eso de echarse de menos.
Estás a su lado, tocándole
la pierna, un beso rápido, o dos o tres, y dos semáforos más abajo te das
cuenta de que ya no está, y añoras, ojalá cinco minutitos más. Sólo le
racaneamos al reloj minutos por las mañanas al despertarnos, y lo que podríamos
aprovecharlos en cualquier otro momento del día… Estas una semana pegada las
24h del día a tu mejor amiga, y así, te subes a un tren y a los diez minutos
estás en la otra punta de la ciudad. Vas a una ciudad nueva de viaje, conoces
sitios y los haces un pelín tuyos, te vas, ya no sabes si volverás a verlos.
Perdemos en segundos, ganamos en ellos, y no nos planteamos que deberíamos
disfrutar todos los días, que no debemos esperar a que sea día uno para empezar una dieta, a que
pasen los exámenes para ir al gimnasio, a las vacaciones para quedar con
alguien. Ver a alguien veinte minutos, te recompone más el corazón que echar
veinte minutos quejándote. Que las relaciones, no se rompen en días señalados, y que las cosas
más simples, las cosas que pueden romperte, recomponerte, ayudarte amargarte,
suceden a menudo, cuando menos piensas
en ello. Deberíamos luchar con el tiempo de aliado, no como enemigo. Contra los
políticos, los que matan, contra todo lo malo del mundo, pero no hacemos nada. De
nada. Y así nos va.
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