martes, 8 de mayo de 2012

Reinventar las noches y descubrir que aun quedan partículas de aire que respirar por cualquiera que no seas tú, que quedan demasiadas caricias después de las tuyas, carcajadas a borbotones, muchos amores pragmáticos y otros tantos escuetos como el esmalte en las uñas o el rimel en las pestañas. Podría ser cualquier persona. Créeme que podría ser cualquiera menos tu. Estarás encantado de saberlo, por muy referente que hayas sido, por mucho que añore dormir con tu ausencia a mi lado. Fuiste un amor coagulado que bailaba al antojo y jugaba con los dos reyes una partida de ajedrez en la que yo pretendía ser la única reina. Fuiste y no sé si todavía eres dolor sin nombre en volumenes enciclopédicos llenos de poco amor de contraste y mucha consideración sutil. No podrías volver a ser tú, no podríamos volver a vivir en los pronombres absolutos de Salinas, ese tu y yo, que quizá nunca llegamos a ser. A serlo todo sobró el tiempo que no supimos aprovechar. Y dá lo mismo, dá tan poco, que deja de merecer la pena en cuanto me pongo a pensarlo, fuimos justo todo lo contrario a dos personas que se quisieron, fuimos el  sur y el norte. Y digo fuimos porque en momentos pudimos serlo y ahora somos trizas de todo lo que pudimos ser y sueños que se quedaron en ello. Pero yo siempre pensé que de amor no se moría y luego apareciste tú, y morir no es la palabra, al final, acabas descubriendo que no es morir la palabra que buscas, sinó sobrevivir, y si te caes novecientas veces saber levantarte novecientas una. Guardarte bonito, aun no lo he conseguido, pero lo haré.