Todas, de verdad,
absolutamente todas las personas de este mundo, contamos con un
pequeño ejercito de ayuda dentro de nuestro cerebro. Sin duda,
algunos le prestamos más atención que otros, pero todos sentimos,
para dentro o para fuera, con más o con menos fuerza. Pero ese
ejército es similar a todos los ejércitos que existen… sufre
fases, momentos, es un ejercito que, se excita, se agobia, se acalora
y en ocasiones puede dar la sensación de que está al borde de una
explosión. Entonces sucede, sin haberlo previsto el ejercito amansa,
se disipa de su bloqueo, y comienza a pasear con pies cautos sobre la
misma tierra que hace un rato corria a velocidades no recomendables
para la vida de cualquier insano, es decir, el ejército se
tranquiliza ¿no? Esa es precisamente la explicación de lo que tú
provocas en mí. Tu me amansas, eres mi música, sin duda intentare
seguir siendo tu fiera así como unos ochenta años más si a ti te
parece bien, podemos no casarnos, lo prometo. Imagínatelo, escoger
juntos el nombre de nuestros hijos, o lo que es mejor, ayudar a
nuestros hijos, a escoger el nombre de los suyos también. Que bien
suenan los adjetivos determinativos posesivos en plural, es
acojonante. Juro que antes de ti, yo no creía en la eternidad, pero
he aprendido que existe pegada a tu boca, pero no se lo cuentes a
nadie, hazlo por mí. No le descubras a nadie más lo maravilloso que
eres. No enseñes todo lo que escondes debajo de esa mata de pelo
oscura, quiero sólo verlo yo. Y que sí, sé lo que estás pensando,
que si, aquí, ahora, doce y pico de la noche, y ya veremos como va
la cosa, que ahora lo único que importa es comernos a besos y
miradas, las manos entrelazadas el mayor tiempo posible y las
sonrisas que hablan solitas. Después, de vez en cuando voy yo, y le
hago una redada a mi ejército, nos echamos un pulso, en el que
acabamos perdiendo los tres, te incluyo, ya que la mierda te salpica
más de lo que debería de vez en cuando. Pero siempre empezamos y
terminamos del mismo modo. Sin reflexionar, mi ejército y yo
decidimos que somos portadores de mala suerte, o lo que es peor, que
estamos “gafaos”. Es entonces cuando recuerdo que mi corazón
esta repleto, que no cabe ni un solo gramo de amor más, y que el
único combustible fiable es tu risa. Es ahí cuando nos damos cuenta
de que la suerte si existe y dejamos las quejas para dentro de un
poco de dolor más tarde. Reconocemos que a veces, lloramos de más,
nos quejamos de más, y es probable que hayamos comido o dormido de
menos. Y caemos en la cuenta de que, es real, existe alguien que
piensa en nosotros al otro lado del teléfono, que guarda nuestra
foto en su cartera y que se despierta a nuestro lado todos los días
que puede. Y que, pase lo que pase, o venga lo que tenga que venir,
llevamos desde principios de año teniendo los ojos más bonitos del
mundo en nuestra vida, con sus noches, y sus días enteritos, y que
hemos reído, nos hemos dolido y hemos pasado a su lado los mejores
días hasta la fecha, pero sobretodo, que podemos asegurar que nos ha
dolido la mandíbula en demasiadas ocasiones de tanto sonreír, y que
eso ya, no nos lo quita nadie, todas esas razones por las que sus
besos saben mejor que los del resto. Entiendes, que la vida, es mucho
más fácil de llevar cuando la compartes sonriendo.
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