lunes, 2 de abril de 2012




Habríamos parecido dos gilipollas, atados a una mesa que cogea siempre de la misma pata, a dos milimetros del suelo, con el mismo error de fábrica con el que nos vendieron la mentira de un amor sin fecha de caducidad reservada. Habría de quererte más si cabe, todos los jueves de ocho a tres, supongo que no te importará, a mi también dejan de rozarme tus escamas en los brazos al meterme en la cama, pero siguen doliendo tu indiferencia y el rastro que vas dejando, y puedes perderte en un bosque, cómpratelo y piérdete bien, piérdete con quien quieras sin arrastrarme nunca, óyeme bien, nunca. Doler duele pero no creo que llegues a saberlo, terminarás siendo el nada más claro de la historia, será todo del color y la espesura de la niebla y las comparaciones dejaran de ser odiosas para recordarte como uno de los pespuntes mejor dados de mi vida, un braguetazo en toda regla, los gemidos más reales y las manos más ágiles entre mis piernas, habríamos sido todo si de mi se tratase. Tranquilo no volveremos a ser nada, cambie el irme a ratitos y estar siempre, por el no estar nunca y quererte de lejos, cambie el fumarme la sien y los días por ti, a fumarlos por mi y por todos mis compañeros. Al menos ya nadie me hará temblar, y llegará el momento en que no me hará daño ni escuchar tu nombre, no pienso ni pestañear. Habría de quererte a morir, pero a mi no me mata nada, deberías saberlo, y si no, ahora ya lo sabes.

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